Córdoba, la ciudad que fue la capital del califato omeya, languidecía en 1236 en un al-Ándalus dividido en reinos de taifas.
Al observar la fragilidad de sus defensas, las tropas almogávares deciden atacar y recuperar la ciudad para la cristiandad. Esta actuación culminaría el 29 de junio de ese mismo año con la entrega de llaves al rey Fernando III el Santo.